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Anthony Hopkins interpretando al doctor Hannibal Lecter ("El silencio de los inocentes", 1991). |
De tanto en tanto, el premio nacional de historia, Sergio Villalobos, nos sorprende ingratamente con opiniones (ver al final) que aparte de no tener la rigurosidad científica que la disciplina reclama, tampoco tienen el decoro que la «vida civilizada» exige. Por ello, Villalobos podría tranquilamente calificarse como un salvaje. Quizá, el más salvaje descendiente de sus ancestros, los «lleulles» de la Frontera, montoneras civiles que en el siglo XIX segaron vidas y depredaron el territorio mapuche comandados por Domingo Salvo, a quien apodaban «el jabalí».
En cuanto a su falta de rigurosidad científica, baste recordar su entrevista en CNN de 2014 en la que, cuestionado por sus argumentos históricos racistas sobre el pueblo mapuche, Villalobos aseveró ofuscadamente que «¡las fuentes históricas no mienten!».
Esta especie de «animismo» documental, en que Villalobos atribuye a un texto escrito la
posibilidad de rebelarse contra su autor -aun del más subjetivo o mentiroso de
ellos- y transformarse en una pieza que exuda veracidad, es la actitud más
anticientífica que podría esperarse de un historiador que tiene el deber de
someter a critica sus fuentes.
En este sentido, persistir
en la espantosa aseveración de que «el canibalismo era una práctica corriente» entre los mapuche de antaño, es tan bochornoso como aseverar que la
historiografía chilena acepta que ciertas victorias españolas del siglo XVI, se
debieron a la intervención del apóstol Santiago. En el fondo, Villalobos hace
eco de Ricardo Latcham, etnólogo evolucionista de la primera mitad del siglo XX,
quien difundió la hipótesis del canibalismo mapuche sin presentar prueba alguna
de su afirmación. La ética
intelectual de Latcham ha sido severamente cuestionada, en el presente, a raíz
de hipótesis respecto del mundo andino levantadas sobre evidencias falsas que jamás
se preocupó en desmentir. Quizás con Villalobos ocurra lo mismo.
Por
ello, resulta inoficioso atender el listado de aseveraciones que Villalobos, el «lleulle», presenta en su carta, considerando que por lo menos tres
generaciones de cientistas sociales, mapuche y chilenos, han invalidado sus
argumentos y que una Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato (2003), concluyó
en la necesidad de corregir la visión que la historia ha tenido de los pueblos
indígenas. Sorprende, en todo caso, que aún siga encontrado medios para
difundir sus textos racistas y negacionistas en base un mérito intelectual
que sus opiniones desmienten, lo que invita a pensar en la sana posibilidad de revocar premios
nacionales, como se han revocado declaratorias de hijos ilustres, a personajes
que lastiman la memoria y la convivencia social.
PEDRO MARIMAN Q.